Reseñas de cine: Robot Dreams y El clan de hierro

Publicado: 20/03/2024 en 2024 de cine, Cómics, Cine, Opinión, Reseñas, Wrestling, Wrestling (Pressing Catch)
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El fin de semana pasado tuve la suerte de poder ir al cine mañana y tarde para ver Robot DreamsEl clan de hierro, dos películas a las que tenía muchas ganas y a las que me apetece dedicar más texto del que suelo usar en el formato de píldoras y repaso mensual. Así que por una vez, o puede que por primera vez de muchas, aparco dicho formato y os dejo un par de reseñas extensas.


Título: Robot Dreams
Dirección: Pablo Berger
Duración: 102 min
Calificación: ****1/2

Como no he leído la historieta homónima de Sara Varon que adapta esta película, no puedo valorar la fidelidad de la cinta o lo que se pierde o gana por el camino, pero eso no me impedirá decir que el material de partida debe de ser muy bueno para haber sacado esta joyita de la animación a partir de él. En Robot Dreams no suena ninguna palabra, tan sólo ruidos y música, pero no hay un solo segundo de metraje en el que puedas echar en falta el lenguaje hablado. Sentado en la butaca del cine, la película me atrapó desde el primer momento, pero hasta que no acabó, no fui consciente de todo lo que estaba viendo. De hecho, sentado ahora delante del ordenador, trato de ordenar mis ideas para ver qué quiero contar sobre ella y me cuesta mucho, porque se me agolpan las cosas que me gustaría señalar.

El argumento en sí es muy sencillo: en la Nueva York de un mundo poblado por animales, un perro busca acabar con la triste soledad en la que vive comprando y montando un robot que le haga compañía. Y luego pasan cosas, claro, porque algún conflicto tiene que haber en la historia, pero no seré yo quien cuente nada más sobre el argumento, que bastante destripan ya algunos resúmenes. Os dejo el mejor tráiler que he encontrado (por sintético y desprovisto de elementos más allá de lo que os he dicho) y retomamos la reseña después del salto.


Supongo que, como toda historia, cada uno nos veremos interpelados de un modo por ella y sus personajes, pero creo que incluso los más ajenos a la realidad de Dog podrán ponerse muy bien en su pellejo. Y no será a costa de realizar un ejercicio de empatía con el personaje, sino porque la mayor virtud de la película radica en su habilidad para transmitirnos las emociones de quienes la pueblan. Sus gestos y rostros llegan más dentro a cualquier espectador de lo que podrían hacerlo unas líneas de guion, y el director ha sabido aprovechar al máximo las bondades del género animado para que las escenas funcionen igual de bien en niños o en mayores. Eso sí, seguramente lo haga aún mejor en estos últimos, pues en algunos momentos llega a tener un sutil punto de sadismo emocional que resonará con especial hondura en quienes ya tienen unos añitos a sus espaldas. Pero no me malinterpretéis, ya que la película no se recrea en ningún momento con las situaciones que plantea; al contrario, si lo que plasma en la pantalla tiene semejante potencia es porque no hay melodrama ni nada pasado de rosca. Las vidas de Dog y Robot están contadas con naturalidad y sencillez tales que aceptamos lo que ocurre como perfectamente normal y verosímil.

A lo largo de la película, vemos que a Dog no le define únicamente su soledad, de igual modo que a Robot no le define sólo el cliché de forma de vida artificial que no conoce el mundo. ¿Se aprovechan las ideas preconcebidas de cada arquetipo? Por supuesto, pero también se añaden capas de matices que dan a los personajes una personalidad que para sí querrían muchos de los unidimensionales que pueblan multitud de series y películas. En lo más básico, el arco que nos cuenta la película ya lo hemos visto en muchos sitios, y más aún en películas infantiles o de dibujos, pero creo que nunca lo había visto como en ésta. Hay propuestas similares en las que determinadas escenas te dan un pellizco o te hacen ponerte a desear que la cosa salga bien, pero muy pocas veces he visto una película de animación que supiera establecer tan acertadamente el tono y mantenerme enganchado a ella durante toda su duración.

El apartado técnico también me ha parecido muy meritorio, con una estética que huye de grandes alardes (al menos aparentes). Los dibujos emplean una línea clara y colores planos en general que le dan un aspecto agradable y parecido al de cualquier tebeo, sin dejar por ello de ser dibujos animados y reforzando además esa naturalidad del tono de la historia. Sin entrar a valorar si «menos es más», he disfrutado mucho con una película que decide utilizar una animación sencilla y tan reconocible como dibujos animados. Y no estoy desvariando, no. Hay numerosos ejemplos de adaptaciones de historietas en las que el diseño y la animación tratan de pegarse excesivamente al original de papel, al menos para mi gusto, y luego tenemos también numerosos ejemplos de películas de dibujos animados (hablo de las de 2D) cada vez más orientadas a aplicar algún tipo de efecto tridimensional o alejado de la sencillez que podrían tener. La decisión de ceñirse de tal modo al planteamiento tradicional de este tipo de cine me parece acertadísima y le va como un guante a la historia.

A poco que escarbes, la película toca muchos más temas de los que podría parecer, pues no sólo habla de la soledad en medio de la multitud, sino también del paso del tiempo en las relaciones, de las vidas que se acercan y se alejan, de la capacidad de aceptar la pérdida y la felicidad del otro o de la adaptabilidad ante los reveses que nos pueda deparar la vida. Y, una vez más, creo que lo hace de modo muy natural, sin recrearse ni moralizar. Robot Dreams tenía muchas papeletas para gustarme y así ha sido, por lo que la recomiendo muy encarecidamente. A estas alturas será muy complicado que la pueda volver a ver en el cine, pero no me importaría lo más mínimo hacerlo para poderla valorar en igualdad de condiciones con mi adorada Your Name y ver si sube al podio con ella o se queda muy cerca.


Título: El clan de hierro
Dirección: Sean Durkin
Duración: 130 min
Calificación: ***1/2

Antes de empezar, voy a reconocer que no me parece nada mal la adaptación del título original (The Iron Claw) para la distribución de esta película en nuestro país. Al fin y al cabo, el inglés hace referencia a la legendaria maniobra con la que Fritz Von Erich remataba a sus rivales, por lo que ni el original ni ninguna adaptación parecida a nuestro idioma dirían gran cosa fuera de su país de origen, salvo en aquellos en los que el wrestling o lucha libre está más arraigado y pueden por tanto sonarles los protagonistas de la cinta.

Esta película nos presenta al clan de los Von Erich y la maldición que pesa sobre su apellido, casi como si fueran los Kennedy del wrestling en cuanto a las tragedias que van acaeciendo a miembro tras miembro de la familia. Sin embargo, no me atrevería a catalogarla de biográfica por cuanto se toma determinadas libertades con la historia, si bien es cierto que la mayoría pasarán totalmente desapercibidas para el espectador medio, por el mismo motivo expuesto en el párrafo anterior. Aun así, que no se me asuste nadie, porque para el visionado de esta película no es necesario conocimiento (o incluso interés) alguno por el mundo de la lucha libre, que no deja de ser el contexto en el que se han criado y viven, del mismo modo que podrían ser un clan de músicos de rock, pasteleros o agricultores. Vamos con el tráiler y seguimos después:


Para valorar la labor del largometraje a la hora de poner en situación al espectador, he tratado de estimar su eficacia desde el punto de vista de alguien con poco o nulo conocimiento de los Von Erich y la lucha libre en general, pues no sería justo evaluar el trabajo expositivo de la película desde la perspectiva de un aficionado de toda la vida, claro está. Y, desde ese punto de vista, me parece que funciona bastante bien, pues establece eficazmente no sólo el contexto espaciotemporal de Dallas a finales de los años 70 y durante la década de los 80, sino también el funcionamiento del mundo del wrestling tanto desde el punto de vista de los luchadores como de los promotores del espectáculo. Este trabajo no es baladí, pues como he mencionado antes, se trata de un contexto importante y su buena comprensión es necesaria para entender las relaciones que se establecen entre los miembros de la familia.

La película está contada desde el punto de vista de Kevin Von Erich, uno de los hermanos del clan que ve cómo nunca llega a colmar las expectativas de su padre pese a ser el más interesado por el negocio familiar. La interpretación de Zac Efron nos muestra un Kevin extremadamente frágil y patético en el interior de un físico imponente, un semidiós griego entregado en cuerpo y alma a cumplir el sueño de su padre y cuya vida parece no salir de los confines de su casa y los espectáculos de lucha. Pese a gozar de una enorme fama entre sus conciudadanos, Kevin vive asediado por la duda y bloqueado ante interacciones aparentemente sencillas salvo que sean con sus hermanos, a los que adora incondicionalmente.

En torno a la figura de Kevin, se nos presenta a su estricto padre, su religiosa madre y sus muy diversos hermanos: David, el más extrovertido; Kerry, el mejor atleta; y Mike, el artista. Sobre toda la familia planea la sombra de la supuesta maldición de los Von Erich, que ya se cobró la vida del hermano mayor, Jack Jr., con tan sólo seis años, y que va atacando poco a poco a todos los hermanos. Sea una maldición o un cúmulo de mala suerte, malas decisiones y circunstancias adversas, la película entreteje muy bien la dinámica familiar de los Von Erich con el efecto que la maldición tiene en ellos, especialmente en Kevin, terriblemente angustiado por transmitírsela a sus hijos.

Aquí no puedo decir que la mayor virtud de la película sea la historia, pues por mucho que deba adaptar determinados acontecimientos y modificar algunos hechos y personas para que todo funcione en pantalla sin que parezca un documental, el director no tiene mucho margen de maniobra. Con todo, la elección del punto de vista y el desarrollo de la película me han parecido buenos y, si bien no deja de tener una sensibilidad típicamente estadounidense, como por otra parte es obvio, se aparta mucho de los abismos del telefilm en los que podría haber caído.

Como decía, la mayor virtud aquí no es la historia, porque en realidad lo es el trabajo actoral, que me ha parecido excelente sin excepciones. Todo el elenco realiza unas interpretaciones estupendas que hacen que la película funcione mejor cuanto más coral resulta, sin por ello desmerecer las escenas en los que tan sólo intervienen uno o dos actores. La extraordinaria química que hay entre todos ellos permite que la cinta sobresalga en el aspecto coral, pero tampoco son nada desdeñables los momentos en los que los intérpretes aparecen solos, con la única compañía de los demonios que atormentan a los personajes. El director demuestra muy buena mano para rodar luces y sombras, lo cual se une a la encomiable labor de los actores y nos permite entender a las personas que transitan por esta historia y sus decisiones, que a veces no son tales, pues cabría plantearse si, más que el libre albedrío, es la presión de sus circunstancias lo que les lleva a actuar de un determinado modo.

Creo que se trata de una película muy interesante, cuya temática luchística podría enfriar el interés de quienes seguramente habrían decidido verla si tuviera otra ambientación, pero que bien merece una oportunidad para asistir a las vicisitudes de esta familia tocada por un hado que sume en las tinieblas lo que podría haber sido una gran historia de éxito.

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