En 1964, Roald Dahl trajo al mundo el personaje de Veruca Salt en su libro Charlie y la fábrica de chocolate. Veruca es un arquetipo de personaje bastante habitual en todo tipo de libros, series y películas: una niña rica (género no vinculante, hay también sobrados ejemplos masculinos) caprichosa y malcriada, narcisista y acostumbrada a salirse con la suya. En resumen, uno de los ejemplos más conocidos de lo que empezó a manifestarse en los últimos años de la Generación del Milenio y que ha dado paso a la Generación Z o Generación Postmilenio, también mal llamada generación ESO en España, pero no voy a abrir ese melón.
No quiero ponerme a hablar del culto a la imagen y el egocentrismo propiciado por las redes sociales ni de dónde viene y qué supone el éxito de tantos youtubers e influencers. Y tampoco voy a hacerlo (hoy) sobre la falta de criterio a la hora de opinar, principalmente fruto de la nula capacidad de debate y de diferenciación entre subjetividad y objetividad. Me gustaría escribir sobre lo que dice el título: ese virus que busca la gratificación instantánea, que se hace más patente en la nueva generación que ha vivido permanentemente conectada desde su más tierna infancia y que se ha propagado, en mayor o menor medida, al resto de generaciones.
Cada vez menos gente está dispuesta a esperar para tener algo. Muchos aficionados a las series empezaron a ver capítulos de sus series preferidas con subtítulos hechos de cualquier manera, de forma que pudieran visionarlos apenas 24 horas después de su emisión en su país de origen, y esta práctica la fueron adoptando (esta vez con subtítulos profesionales que el traductor tiene que hacer a horas intempestivas) la mayoría de plataformas digitales. Se acabó el esperar a que alguien compre unos derechos para España y doble o subtitule la serie para su emisión. Es más, en algunos casos ni siquiera hay que esperar una semana al siguiente capítulo, porque ya hay empresas que compran series completas y las publican del tirón para satisfacción de quienes disfrutan practicando el visionado compulsivo (binge watching). Esto, sin entrar en otras consideraciones, es perfectamente válido. Si puedes acceder a una de tus aficiones evitando esperas, ¿por qué no ibas a hacerlo? Uno de los factores de competitividad de cualquier empresa es el poder servir sus productos a sus clientes en el menor plazo de tiempo posible, y es lo que lógicamente hacen en la medida en que se lo permiten los factores técnicos y temporales. (más…)