Reseña de teatro: La discreta enamorada

Publicado: 13/01/2024 en Opinión, Reseñas, Teatro
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Inauguramos año en el Teatro de Rojas, que no temporada, con La discreta enamorada, una de las muchas comedias de enredo que escribió Lope de Vega en nuestro Siglo de Oro. Se trata de una de las obras posiblemente más divertidas del autor, basada en un fragmento del Decamerón de Bocaccio que a su vez daría pie o serviría de inspiración para obras posteriores de otros autores. En esta ocasión, el montaje corre a cargo de La joven compañía de teatro clásico (en adelante, JCTC, y no confundir con LaJoven a secas, que luego me regañan), con dirección de Lluís Homar, director a su vez de la CNTC.

Ya que he mencionado al señor Homar, empezaré por decir que su labor me ha gustado bastante más que ese esperpento que fue Lo fingido verdadero. No sé si es porque haya aprendido de las críticas, porque haya decidido implicarse menos, porque la obra se lo ponía más fácil o porque le haya influido el dirigir la obra para los chicos de la sexta promoción de la JCTC, pero más allá de pequeños detalles que ya entrarían en el gusto de cada uno, la dirección de la obra y las decisiones tomadas me han parecido acertadas y le dan una personalidad propia al montaje que le sienta bastante bien. Y esto no es baladí, porque la dirección de una obra (sí, junto con la adaptación de la misma, si la hay, y la elección del elenco) marca una enorme diferencia entre el éxito y el fracaso de una propuesta. No tengo mejor ejemplo que las dos versiones de La vida es sueño que vi con muy poca distancia temporal y que no tenían nada que ver entre sí aparte de la obra que hacían. Una, a cargo de la compañía La Folía en el Teatro de Rojas, me pareció un señor embrollo al que se le podían encontrar pocas virtudes y sí muchos desaciertos; la otra, bajo la batuta de Declan Donnellan en el Teatro de la Comedia, resultaba mucho más acertada en cuanto a su puesta en escena y desarrollo, y aunque no pueda decir que se tratase de una adaptación redonda, resultaba mucho más degustable que la primera que he mencionado.

Volviendo al señor Homar y sus decisiones, como ya hiciera en Lo fingido, la obra se abre a todo el espacio teatral, y no sólo al escenario. Quizás sea debido a la diferencia de espacios teatrales y por tanto a las distintas posibilidades de espacio físico, pues Lo fingido la vi en el Teatro de la Comedia de Madrid, mientras que La discreta la he visto en el Teatro de Rojas de Toledo, pero tanto en aquélla como en ésta hemos visto un montaje que muestra el teatro «desnudo», sin fondos ni telones que tapen la parte que suele quedar al abrigo de las miradas del público durante las representaciones. Por otro lado, y también de forma similar a lo propuesto en Lo fingido, los actores que no intervienen en determinadas escenas se quedan a la vista, haciendo de público. No obstante, mientras que en la obra de Calderón de la Barca quedaba forzado que los intérpretes se sirvieran de sillas para mirar la representación cuando no les tocaba, en la de Lope está mejor integrada la propuesta. Para empezar, hay una razón obligada para que sea así, que es que el número de integrantes de la JCTC supera la cantidad de papeles disponibles, por lo que se ha buscado una forma de que todos puedan intervenir en la obra (además de contar con 3 elencos distintos en los que los papeles van rotando entre los actores), acompañados además por los técnicos, que también aparecen desde el primer momento y son parte del montaje con toda naturalidad. Además, como ya he dicho, la integración está más lograda, pues los actores «fuera de escena» reaccionan ante la acción, tocan instrumentos o ayudan con la escenografía.

Ésta, la escenografía, da una aparente sensación de desbarajuste inicial, pero acaba demostrando ser una propuesta solvente que permite dibujar muy bien las distintas ubicaciones en las que se desarrolla la obra y da bastante juego tanto a los actores «activos» como a los «inactivos» para moverse e interactuar. Una plataforma móvil, unos arbustos, un par de tumbonas y un andamiaje metálico como la parte de atrás de un cartelón de carretera con un cartel de neón son los elementos principales que bastan para recrear todos los lugares necesarios y aportan a la obra una mezcla de clasicismo y modernidad que también está presente en el vestuario. Sí, el vestuario contiene elementos propios de la ropa de la época con otros netamente modernos y es uno de los elementos del montaje que más me han gustado, si bien reconozco que la mezcla está más conseguida para unos actores que para otros, merced a los rasgos de cada personaje y a las propias características físicas de cada actor.

En cuanto a las interpretaciones, pocos peros puedo poner. Para empezar, tuvimos la suerte (creo) de ver la representación con el reparto «puro» de la JCTC. Me explico: inicialmente, el señor Homar se reservó el papel del capitán Bernardo y adjudicó el de Belisa a la actriz Montse Díez. Como es lógico, ninguno de los dos forma parte de la promoción de la JCTC, por lo que no se entiende muy bien que el directorísimo decida quitarle al elenco dos papeles de una obra en la que para empezar ya no había papeles para todos. Pero bueno, seamos bienpensantes e imaginemos que fue para darle un empujón de visibilidad a la cosa (que no le hace falta, pero en fin…). El caso es que los actores talluditos tan sólo estuvieron actuando en la obra hasta una fecha determinada y luego dejaron que fueran los chicos de la JCTC quienes asumieran por completo todos los personajes. Me habría gustado poder ver la obra con los 3 elencos distintos que maneja, tanto por comparar las interpretaciones y formas de encarar cada personaje como por ver qué decisiones de asignación de personajes me parecen más acertadas, pero no va a poder ser, así que sólo hablo de lo que vi. En este caso, a Fenisa la encarnaba Cristina Marín-Miró, Lucindo era Felipe Muñoz, Gerarda era interpretada por Miriam Queba, Hernando por Xavi Caudevilla y Doristeo por Ania Hernández. Los personajes «mayores» del capitán Bernardo y de Belisa corrían a cargo de Íñigo Arricibita y Cristina García respectivamente, quienes creemos que son los únicos que no «rotan» en el elenco después de un buen rato de conversación teniendo delante la ficha original del reparto (en la que aún están Homar y Díez) y tratando de dilucidar cómo se encajó su marcha en la distribución de personajes y rotaciones. Si alguien sabe algo más al respecto o me puede corregir, que lo haga en los comentarios y le estaré muy agradecido de solventarme la duda.

Volviendo al tema de las interpretaciones, qué maravilla de actores. Habrá quien señale que claro, cuentan con medios que ya quisieran otros actores de su edad en compañías privadas, no digo ya los que hacen montajes como pueden. Y es cierto, tienen gente que los forma y muchos más medios técnicos y horas de ensayos sin tenerse que preocupar por el lado más prosaico del teatro, pero eso no le quita mérito a su desempeño. Para empezar, rayan a gran altura en la declamación, cosa que no se puede decir de actores con más años de experiencia y espectáculos a sus espaldas. De igual modo, su dicción es muy buena y se les entiende perfectamente, a diferencia de tantos actores de su edad o mayores que vemos cada día en cine y televisión. Además, toda la parte no verbal de su interpretación está muy lograda, y saben ajustar el tono de las escenas mediante su expresión facial y corporal, incluidos los que no forman parte de la escena en sí. Todo esto puede parecer muy de Perogrullo, porque ésa debería ser la labor de un actor, pero no siempre ocurre, y yo sigo disfrutando mucho cada vez que tengo delante a intérpretes que no se limitan a soltar un texto con algunos gestos y posturas, sino que lo acompañan y visten creando personajes completos.

En cuanto a las partes negativas, debo señalar que en algunos momentos costaba escuchar a algunos actores. Fueron cosas muy puntuales, pero si en determinados pasajes yo tuve que aguzar el oído, que lo tengo muy bueno y además estaba en las primeras filas, no sé si la gente de palcos centrales llegó a oír esas frases. Del mismo modo, no me terminó de convencer la selección musical integrada en la obra, aunque sí la ejecución tanto vocal como instrumental.

Para cerrar la opinión, me ha parecido una propuesta francamente recomendable, como todo lo que he visto de la JCTC hasta ahora y espero no sólo ver más obras de esta promoción, sino que sus integrantes tengan unas largas y fructíferas carreras cuando cierren su paso por la compañía. Buenos mimbres no les faltan, pero el mundo de la interpretación es tan duro como injusto a veces. La obra es divertida y ágil pese a su elevada duración (más de dos horas) y no se hace pesada, pues saca todas las virtudes de la producción de Lope de Vega para entretener al público y mantener su interés durante la representación. Si tenéis la oportunidad de ver a estos chicos en cualquiera de sus próximas obras, no dejéis de hacerlo, porque dudo que os defrauden.

comentarios
  1. […] generaciones al teatro sin darles una idea equivocada de lo que se van a encontrar después. Tanto La discreta enamorada como Que de noche lo mataron cogen obras de nuestro repertorio más clásico y, tras pasarlo por […]

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  2. […] con La discreta enamorada, de Lope de Vega, cuya reseña ya realicé en su momento y podéis leer aquí, pasan a una obra de un autor que no es que sea muy santo de mi devoción, así que veamos si la […]

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