Reseña de teatro: Claveles

Publicado: 26/04/2024 en Opinión, Reseñas, Teatro
Etiquetas:, , , ,

Ayer fue 25 de abril, fecha muy señalada en nuestro país de vecino y, por tanto, la escogida para realizar en el Teatro de Rojas el estreno nacional de Claveles, una obra escrita por Emma Riverola y protagonizada por Silvia MarsóAbel Folk, con dirección del mismo Folk. El motivo, por si alguien no había caído entre la fecha y el nombre, es la Revolución de los Claveles, el levantamiento que acabó con la dictadura en Portugal hace exactamente 50 años y que planea a lo largo de la representación como un hecho importante en la vida de sus personajes. Éstos, Javier y Violeta, se reencuentran tras 40 años sin verse. Javier visita a Violeta poco después del fallecimiento de su marido, Ramón, con quien conformaban un triángulo de convicciones políticas, amistad y amor. Esta visita propicia una larga conversación que vertebra la representación y en la que se mezclan los reproches, las revelaciones y los recuerdos y se entretejen pasado y presente para contarnos las relaciones y ambiciones del trío protagonista, ausente incluido.

Tanto Marsó como Folk realizan una interpretación solvente que, no obstante, no termina de engranar una última marcha que la haga destacar. En el caso de él, construye un personaje de Javier con leves toques humorísticos y vulnerables que no termina de aprovechar del todo, pues en ocasiones se mezcla la comicidad con la fragilidad. Esto dificulta en cierto modo la posibilidad de empatizar con este expolítico (si es que el prefijo se les puede aplicar realmente) cuyo dibujo en la obra no es todo lo nítido que debería; salvo que la idea sea ejemplificar los bandazos o la ambigüedad en la personalidad de Javier, no alcancé a formarme una idea completa de su persona. En cualquier caso, y pese a lo mencionado, que tampoco es culpa del actor, Folk enuncia con una dicción clara y un fraseo adecuado que realzan el texto incluso en sus partes menos destacables.

También es posible que lo anterior sea debido a que el personaje de Violeta sí está mucho más definido o, al menos, me dejó una impresión más clara, y por contraste eso hace que Javier resulte menos logrado. En la interpretación de Silvia Marsó, Violeta se presenta como una mujer de ideas muy claras, personalidad fuerte y directa y motivaciones precisas. Marsó hace gala de un amplio registro en el que pone de manifiesto sus excelentes dotes actorales dentro del papel en el que parece actuar últimamente tanto en teatro como en televisión; eso sí, me resultaría interesante verla en algo distinto para comprobar si es capaz de aplicar sus recursos a otro tipo de personaje y registro o si es que le sale así de bien porque ya lo tiene interiorizado. En todo caso, proyecta una gran presencia sobre el escenario y sus intervenciones cuentan con una fuerza y emoción que se transmite al público.

En cuanto a la escenografía, la obra cuenta con un precioso fondo de bosque, muy destacable al inicio de la función con un efecto casi tridimensional que luego se pierde. Por su parte, la ubicación única es una estructura llamativa y bien iluminada a caballo entre una cabaña y un mueble de diseño nórdico seudovanguardista. Luce bien, pero no aporta gran cosa más allá de proporcionar un sitio en el que sentarse o depositar objetos. Bien es cierto que, por la estructura de la obra, tampoco haría falta mucho más, por lo que al menos es de agradecer que se haya decidido vestir la producción con algo vistoso en lugar de haber dejado tan sólo el fondo con una mesa y una silla. Siguiendo con el apartado técnico, la iluminación cumple bien con su cometido de señalar el paso del tiempo y de acompañar al suceso escénico cuando se producen cambios en el ánimo, sin distraer más allá de momentos puntuales en las que el cambio de tono o intensidad resulta algo superfluo.

Por último tenemos el texto, que lamentablemente es lo más flojo de todo el conjunto y lo que lastra lo demás. La historia es algo que ya hemos visto en numerosas otras propuestas, con un reencuentro propiciado por un suceso que, en este caso, es el fallecimiento de Ramón, y que a su vez desencadena una serie de revelaciones sobre revelaciones en torno a un pasado común que comienza con el viaje a Lisboa por parte de los tres jóvenes para vivir la Revolución de los Claveles. El problema es que no lo hace mejor que otras obras y, además, cuenta con un desarrollo irregular y una sobreabundancia de temas e ideas. Para empezar, y aunque pueda parecer baladí, provoca extrañeza en el espectador que la dramaturga haya decidido hacer tanto hincapié en determinadas referencias temporales que empiezan a cojear desde el momento en que ambos actores no sólo son más jóvenes de lo que deberían ser sus personajes, sino que tampoco se les ha aplicado al menos un maquillaje que dote de más verosimilitud al mínimo de 68-70 años que deberían tener.

Además, la premisa que da nombre a la obra acaba diluyéndose durante buena parte de su desarrollo debido al exceso de asuntos que presenta. De ese modo, el suceso que parecía ser el punto focal de las vidas de los protagonistas acaba siendo reemplazado por otro a medida que comienzan las revelaciones, y éste a su vez parece quedar de lado a medida que se suceden nuevas confesiones y descubrimientos de secretos. Si se hubiera mantenido la trama de los jóvenes idealistas con el trasfondo político y añadido la revelación crucial que suma el tema social y feminista, la obra habría resultado más compacta y podría haber desarrollado mejor sus ideas. Sin embargo, el irregular ritmo del texto provoca que las ideas fuerza pierdan peso, pues el espectador asiste a momentos muy intensos que luego no tienen continuidad hasta mucho después. Es lógico que la función no esté todo el tiempo arriba y se hagan necesarios momentos en los que los ánimos se calmen, se cambie el tema de conversación y se relaje el ambiente; el problema, al menos como lo he percibido, es que más allá de la intensidad inicial con la que irrumpe cada planteamiento, éstos apenas posan  después, incluso cuando se entrelazan con las demás revelaciones. Las ideas llegan y desaparecen y luego vuelven y se marchan de nuevo, pero falta algo que no convierta la obra en un desgranar de secretos, casi a modo de «y yo más» que no terminan de apoyarse y reforzarse entre sí como deberían.

En definitiva, un planteamiento inicialmente interesante y un par de giros acertados no bastan para que Claveles destaque en nada, y acaba resultando una obra que no mantiene como debería la atención del espectador y que pone demasiada fe en que los copiosos temas que plantea enganchen al público. No es una mala propuesta, pero le falta pegada y sustancia más allá de poner sobre la mesa determinadas ideas sobre la política, las relaciones y el idealismo, entre otras cosas, pero sin llegar a desarrollarlas más allá de unos cauces ya conocidos. Ni los actores ni la potencia de un par de escenas resultan suficientes para salvar de la medianía una obra que podría haber dado más de sí.

Eso sí, y aunque sea algo ajeno a la representación, es lamentable tener que constatar una vez más el flaco favor que hacen los estrenos a las obras y al público (de pago) con la presencia de gente que pone de manifiesto que sólo va al teatro cuando recibe la invitación correspondiente. La patulea de maleducadas miembros de la corporación municipal que ocuparon algunas butacas es buen ejemplo de ello. Desde la que sacó el móvil para ponerse a buscar en Google apenas transcurridos dos minutos de la obra, como la que parecía tener una terrible urgencia familiar que la sumergió en su pantalla durante un buen rato o la que se ve que aplica al cine o al teatro la misma educación que suelen exhibir los políticos de cualquier nivel en los plenos y se pasó toda la representación haciéndole comentarios a su vecina. En todos los años que llevo de teatro, estrenos de todo tipo incluidos, nunca he visto personas con menos respeto por los artistas y el resto del público que las políticas que acudieron ayer de gorra a la función, que hicieron bueno al espectador de pago más maleducado que haya podido encontrarme jamás en un patio de butacas o en un cine.

Deja un comentario