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Howard Chaykin es uno de los grandes nombres del mundo del cómic actual. Con una carrera de más de 30 años a sus espaldas, Chaykin ha tocado diversos géneros y estilos en todas las grandes editoriales del panorama estadounidense sin dejar de lado su personal punto de vista a la hora de realizar su trabajo. Con motivo del Expocomic 2008 pudimos charlar con él y realizarle algunas preguntas. Por motivos de falta de tiempo, la charla fue algo más corta de lo que nos habría gustado, pero eso no impidió que realizara algunas declaraciones muy interesantes sobre su carrera y la forma de hacer cómics.

Usted es alguien que lo ha hecho todo: escribir, dibujar, entintar. Tiene una larga carrera tras de usted que durará aún bastantes años. Con la perspectiva que usted tiene, ¿cómo ve el estado de la industria ahora mismo?

El negocio del comic… veamos, a Broadway se le conoce también como “The magnificent invalid” (el magnífico inválido), y creo que este apelativo podría aplicarse también a la industria del cómic. Es un mundo increíblemente vibrante y vital, pero aún así el mercado sigue contrayéndose. Ahora mismo se están realizando algunos de los mejores trabajos de la historia, pero sigue siendo muy difícil encontrar un público.

Debo decir que lo que a mí más me entusiasma es la increíble calidad de reproducción actual, comparada con la de apenas hace 15 años. La reproducción de entonces era terrible. Cuando estaba haciendo American Flagg, se empleaban placas de plástico, ni siquiera de metal. Hoy en día, yo diría que prácticamente cada detalle que aparece en pantalla se plasma sobre el papel. La calidad de la reproducción, del color es genial. La calidad física del producto es increíble. Y aún así, el problema sigue siendo encontrar un público y hacer que el material llegue a ese público.

¿Cree que, en ocasiones, los editores pueden inteferir demasiado en el trabajo de los creadores? ¿Que pueden existir casos en los que una obra podría haber sido mucho mejor sin esa intervención?

Es algo que no me ha pasado nunca. Tengo una personalidad muy fuerte y llevo en esto desde 1971. Claro que cuando empiezas estás en manos del editor, pero a partir de un determinado momento, que para mí fueron los 80, te conviertes en una marca. Puede identificarse la obra con la persona. Y en ese momento, si me contrataban para realizar un trabajo, creo que ambas partes sabíamos a lo que atenernos, que el editor y la compañía sabían bastante bien qué clase de trabajo iban a recibir. Podía haber sorpresas en cosas muy concretas, pero se mantenía un cierto nivel de acabado y de arte.

En ese sentido, la obra es lo que es, y cuando trato con un editor, lo que quiero de él, por ejemplo como guionista, al enviar guiones, lo que tiene que hacer un editor y lo que necesito que haga es que se asegure de que he tratado bien a todos los personajes, que he tocado todos los puntos de la historia, que ésta es clara. Como dibujante, pasa lo mismo, porque pienso que el trabajo del dibujante es plasmar el guión e incluso mejorarlo. El dibujo debe tener un cierto nivel de narrativa y asegurarse de que la historia es clara desde el punto de vista visual. Mis relaciones con clientes o editores nunca es una relación de enfrentamiento, sino de colaboración. Me gusta trabajar con editores y, desde que regresé a tiempo completo al mundo del cómic en 2002, no he tenido ni una sola discusión con un editor. Incluso antes de mi vuelta tampoco, siempre hemos colaborado.

¿Cómo fueron sus comienzos, allá por 1971?

Antes de convertirme en profesional y poder firmar con mi propio nombre trabajé como ayudante de otros dibujantes como Gil Kane, Wallace Woods and Neal Adams. Todos ellos me enseñaron muchísimo, y debo decir que aunque con Gil fue con quien menos trabajo hice, él fue con quien más aprendí de todos. Aprendí lo que significa ser dibujante de cómics, cómo es el proceso…y eso que apenas dibujé para él. Más bien me encargaba de ir de un lado para otro, entregar cosas…

Mis primeros trabajos fueron historias de relleno de una sola página para cómics de misterio y románticos durante los últimos meses en que éstos se publicaron en DC. Y mi primer cómic completo fue Fafhrd and the Gray Mouser en Sword of Sorcery. Que por cierto fue horroroso, un trabajo terrible por mi parte. Soy el dibujante con menos talento y habilidad innata de mi generación. Fue algo que me molestaba mucho por aquel entonces, quería que todo fuese más sencillo. Y la verdad es que mi dibujo era una mierda hasta que no anduve rondando los 30 y aprendí a trabajar todo lo duro que tenía que hacerlo para ser tan bueno como quería ser. Entonces dejó de molestarme el tener que trabajar tanto cuando me di cuenta de que mi trabajo, el resultado final, era mi recompensa. Así que mis comienzos fueron humildes y lo que me ha mantenido ocupado y trabajando es una humildad continua.

¿Qué le lleva, como creador, a explorar vías que otros creadores no siguen, como hizo en American Flagg, reinventar personajes desde otra óptica como el Elsewords de Batman, Oscuras lealtades? ¿Qué le lleva a realizar obras con pocos pelos en la lengua?

Creo que la respuesta es mi personalidad, mi ideología política y mis puntos de vista. Cuando hice American Flagg en 1983, recibí una llamada de Gil Kane. Gil y yo habíamos perdido el contacto durante muchos años y nos hicimos amigos tras volver a ser compañeros de trabajo a comienzos de los ochenta, más de 10 años después de haber trabajado para él. Y me dijo algo que para mí fue increíblemente halagador: que lo que separaba American Flagg de otras obras era que tenía un punto de vista, lo cual siempre ha sido mi objetivo. Crear obras con un punto de vista…porque cuando un artista estadounidense trabaja en una serie regular, por ejemplo cuando llegas y haces 6 números de Lobezno, o de Batman, tienes que seguir una línea muy estrecha. Por un lado tienes que aportar tu propia creatividad, pero por el otro tienes que respetar el trabajo de quienes te han precedido y de quienes te sucederán. Y es algo que a menudo resulta muy difícil de hacer.

A menudo vemos como alguien llega a una colección y se carga un material determinado que luego hay que “resetear” para poderlo arreglar. Así que mi trabajo en series regulares siempre ha consistido el hacerle un buen servicio al material en el que trabajaba. Por eso me resultaban tan emocionantes los Elseworlds, porque era una oportunidad de sacar a los personajes de sus existencias habituales y crear algo nuevo con ellos. Oscuras lealtades supuso tomar un personaje cuya motivación original es un ejemplo clásico de origen de los años 30. En esa época los héroes siempre eran de clase alta, nobles, ricos… Así que lo que hice fue crear una versión de izquierdas del personaje, darle un origen similar pero ideológicamente opuesto, sólo para ver si era capaz de hacerlo. Como puedes suponer, mi ideología política tiende a lo liberal, no tengo ningún reparo en reconocerme como liberal y eso se transmite a mi trabajo. Y muy a menudo, por la propia naturaleza de los personajes de comic, su búsqueda de orden, porque hablan de justicia pero en realidad quieren decir orden, tengo que hacer verdaderos malabares para poder crear el personaje de ideología liberal que intento lograr.