Repaso al 2023: teatro

Publicado: 18/01/2024 en 2023, Opinión, Teatro
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De todas las manifestaciones culturales, el teatro es posiblemente la más fugaz y volátil.

Es fugaz porque las representaciones rara vez se graban, por lo que no es posible revisionarlas como hacemos con el cine o las series. Además, y salvo en grandes ciudades, las obras se representan un día, o a lo sumo dos, sin posibilidad de volverse a ver allí; e incluso en las grandes ciudades no suelen aspirar a representarse más allá de un par de semanas, excepción hecha de los musicales que se mantienen durante años o de determinadas obras, generalmente comedias, que perduran en el tiempo y en las que va cambiando el elenco.

Y el teatro también es volátil porque ninguna función será igual a las demás. Da igual que una compañía represente la misma obra a las 5 de la tarde de un día y luego a las 8, o que la hagan un día tras otro durante semanas. Siempre habrá algo distinto, por nimio que sea. Una «morcilla», un gesto, un paso más apresurado, una escena que dura ligeramente más o menos o, simplemente, pequeños ajustes motivados por las distintas características de cada teatro en el que se represente.

Por todo esto, puede parecer extraño querer escribir sobre lo que uno ha visto a lo largo de todo un año, porque incluso si lo hubiera ido haciendo y publicando al día siguiente de cada función, su utilidad para la gran mayoría de lectores sería en cierto modo discutible. Y sin embargo, aquí estamos, así que vamos a hacer un repaso de mi 2023 teatral. No voy a glosar, ni tan siquiera a mencionar, las 33 obras (si no me he dejado ninguna) que he visto a lo largo de todo 2023, pero sí quiero hacer algunos comentarios sobre las que más me han gustado, las que me han parecido peores y las que considero más interesantes. Así que esta entrada no es ninguna clasificación ni va a seguir un orden típico, avisados quedan mis lectores.

El aroma de Roma


Voy a quitarme de encima antes de nada las dos obras que menos me han gustado de todas (iban a ser tres, pero finalmente no he querido incluir Retorno al hogar, pero la menciono por si sigue por ahí y le evito verla a alguien). Por supuesto que ha habido otras que me han parecido mediocres o directamente malas, y piezas que no recomendaría si alguien me pidiera opinión; sin embargo, estas dos comparten una característica, aunque desde enfoques diametralmente opuestos, que por sí sola casi garantiza que una obra, del medio que sea, no me guste: la pretenciosidad de aquello que se ha creado para que la gente no se atreva a dejar de decir lo elevado o genial que es. En otras palabras, una patochada o un pestiño.
Empecemos por Monstruos. El prodigio de los dioses, un muermo descomunal que vendría a ser algo así como si al Brujo le quitas toda la improvisación y el humor y dejas sólo a unos actores con caras de máxima seriedad (porque es una obra de alta cultura, faltaría más) yendo de un personaje a otro con aspecto muy serio, gestos muy serios y declamando unos textos también muy serios para crear una obra en la que incluso a los doctores en filología o literatura les costaría evitar dar alguna cabezada provocada por el enorme interés que despierta su apasionante desarrollo. Y terminemos con Falsestuff. La muerte de las musas, de la que cuanto menos diga, mejor. Mira que me gustó Mammón, pero es que ésta me pareció una tomadura de pelo literal casi desde los primeros compases. Que sí, que la provocación, la genialidad, la creatividad y lo que tú quieras, pero creo que jamás he aborrecido nada como aborrezco esto. Si la película Mimosas se merecía un – de calificación y me dio el estándar con el que medir estas patochadas, mi calificación de Falsestuff requeriría términos negativos cuánticos y no sólo desbanca a Mimosas como la obra/libro/película/serie que más ganas de estrangular a sus creadores me ha provocado, sino que se coloca a tantos años luz de ella que veo virtualmente imposible que algo pueda llegar a desbancar jamás esta irrisión.

Hoy no estrenamos


En fin, pasemos a cosas más agradables, que por suerte han sido muchas y muy buenas. Por ejemplo, Señora de rojo sobre fondo gris y Las guerras de nuestros antepasados, ambas de Delibes. Y es que si ya de por sí es un placer leer al de Valladolid, con ese estilo tan natural y preciso, lo es aún más ver montajes de sus obras tan bien hechos y a cargo de actores tan estupendos como José Sacristán en la primera y Carmelo Gómez y Miguel Hermoso en la segunda. Quizás haya quien no entienda que se pueda calificar estos textos de apasionantes, pero a mí me lo parecen; son obras muy bien construidas y absorbentes que te van revelando la historia poco a poco, desvelando capas, volviendo a ellas y sentando bases que luego se aprovechan para darle mayor solidez al desarrollo de la historia.

¿O qué decir de El viento es salvaje y de Heredarás la lluvia? Dos obras maravillosas y que jamás podría haberme esperado de sus respectivas compañías, Las niñas de Cádiz y L’Om Imprebís respectivamente, porque no son precisamente conocidas por ese tipo de teatro o, al menos, la impresión que uno tiene de ellas apunta a otras cosas. Y sin embargo, qué disfrute supuso ese descubrimiento inesperado y tan grato. Como descubrimiento fue también el del musical El aroma de Roma, y no es que quiera dar jabón al ínclito Woody Aragón porque sea paisano, sino que verdaderamente me gustó comprobar que aquí también podemos crear musicales divertidos y con melodías pegadizas sin tener que seguir importando los grandes éxitos de Broadway (¡y qué bien estaba Jaime Figueroa haciendo de Nerón y comiéndose con patatas a la práctica totalidad del resto del elenco!). Por cierto, que hablando de Broadway y de musicales, ¿habéis visto ya The Book of Mormon? Porque a ver, la cartelera madrileña está atestada de musicales hasta el punto de resultar comercialmente peligroso, porque no puede haber público para tanto musical, pero de verdad que si tenéis que elegir sólo uno, id a ver éste y pasad de leones, genios o fantasmas. Determinados perfiles de piel fina quizás no lo disfruten demasiado, pero a mí me gustó mucho y me reí un montón, por eso lo destaco aquí.

4×4


Siguiendo con risas, y volviendo a L’Om Imprebís, en 2023 también vi su Hoy no estrenamos, una verdadera lección magistral de creación de personajes en la que dos actores se reparten una docena de roles en una comedia que seguramente pueda disfrutar cualquier tipo de espectador y que acaba con el mayor ejercicio de teatro en el teatro que nunca he visto, para quitarse el sombrero. Por otro lado, y como no podía ser de otro modo en un repaso del año en el que Ron Lalá estrena espectáculo, debo y quiero mencionar aquí 4×4, lo nuevo viejo de la compañía del limón alado que recupera los espectáculos previos a su gran despegue ante el gran público para que, quienes no los vimos, podamos asistir a varios fragmentos de sus primeros pasos sobre las tablas. Humor, crítica, música y voces en directo y talento a raudales…, lo de siempre con estos chicos, vaya. Y si Ron Lalá alcanzó el gran éxito con sus excelentes trabajos basados o ambientados en textos de hace siglos, no podría dejar fuera de mi repaso del año la magnífica labor que siguen desempeñando compañías como Morboria Teatro o Noviembre poniendo sobre los escenarios textos de Molière, Lope o Rojas Zorrilla. En esta ocasión, me lo pasé estupendamente viendo Los enredos de Scapín de Morboria, que aun siendo una obra menos conocida (y no tan buena en mi opinión como El avaro o El misántropo), me pareció muy disfrutable gracias al buen hacer de la compañía y su excelente puesta en escena. Por su parte, Abre el ojo me pareció un montaje muy ágil e inventivo de un texto poco conocido con un elenco que siempre da un buen nivel interpretativo y pone en pie producciones muy cuidadas.

Cid


Para finalizar, que ya me está quedando un poco largo, como me pasa siempre, quiero dejarle su propio párrafo al último espectáculo que vi en 2023 (el 23 de diciembre para ser exactos). Se trata de Cid, de Antonio Campos, cuyo Lazarillo ya había visto y que me sigue pareciendo el discípulo más aventajado de Rafael Álvarez, el Brujo (tampoco sé si hay más). Subirse al escenario en solitario, o simplemente acompañado de unos músicos, siempre entraña un riesgo. En ocasiones, ese riesgo da sus frutos y produce espectáculos teatrales estupendos, como el ya mencionado Señora de rojo sobre fondo gris o Cinco horas con Mario (ya sé que ambos son de Delibes, pero ¿qué queréis que yo le haga si son muy buenos?); otras veces, el ejercicio interpretativo le queda grande al actor y el resultado se queda muy cojo (y no voy a dar nombres por caridad). Por eso tiene tanto mérito que Antonio Campos salga tan sumamente airoso del trance en sus obras y, ciñéndose más al concepto de teatro de texto de lo que hace su «maestro», entre y salga de los personajes con total soltura y cambie el tono como si tal cosa sin que resulte forzado ni extraño.

comentarios
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