Reseña de teatro: El monstruo de los jardines

Publicado: 21/04/2024 en Opinión, Reseñas, Teatro
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El monstruo de los jardines, de Calderón de la Barca, es la segunda propuesta que trae la sexta promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico y se representará hasta el 26 de mayo en el Teatro de la Comedia de Madrid. Después del estreno de esta promoción con La discreta enamorada, de Lope de Vega, cuya reseña ya realicé en su momento y podéis leer aquí, pasan a una obra de un autor que no es que sea muy santo de mi devoción, así que veamos si la combinación de este elenco con la dirección de Iñaki Rikarte logran hacerme la obra más digerible. Hasta ahora, lo único de Calderón de lo que he salido relativamente contento fue la versión que hizo Declan Donnellan de La vida es sueño, también en el Teatro de la Comedia, porque de la versión de esa misma obra que hizo Producciones La Folía con Candela Serrat mejor ni hablamos, igual que del terrible muermo que fue Lo fingido verdadero, de la CNTC. Pero bueno, que me disperso…

La obra que nos ocupa es una comedia mitológica que versiona Aquiles en Esciros, un episodio que no aparece en la Ilíada como parte de la historia de Aquiles, pero sí en la Aquileida del poeta latino Estacio. En él, la ninfa Tetis, madre de Aquiles, lo envía disfrazado de mujer a la corte del rey de Esciros para tratar de evitar su muerte en Troya; una vez allí, se enamora de la hija del rey (a la que viola, aunque luego el romance tome tintes más usuales), pero acaba siendo descubierto por Ulises, que había acudido a la corte junto con otros líderes griegos para encontrar a Aquiles y llevarlo a Troya, pues una profecía sólo auguraba la victoria si Aquiles participaba en la guerra. Tomando esta historia como base, y manteniendo su desarrollo en gran medida, Calderón la pasa por su filtro, haciendo de Aquiles una suerte de Segismundo y añadiendo sus temas y estilo habituales.

En esta versión de la JCNTC, vuelve a darse el problema de que son tantos actores que la presencia de algunos es casi testimonial, como también pasó en La discreta enamorada. Entiendo que es complicado encontrar obras para 12 intérpretes y que siempre habrá papeles más secundarios que otros, pero espero que en su tercera obra pueda ver más de algunos de los que en las dos primeras todavía he visto poco. En cualquier caso, Pascual Laborda realiza una gran labor como Aquiles/Astrea y demuestra una enorme versatilidad a la hora de abordar tanto lo cómico como lo dramático. Xavi Caudevilla vuelve a destacar, como ya lo hiciera en La discreta, en su papel de Libio y confirma su enorme vis cómica y sentido de la oportunidad; si no le importa «encasillarse» en ese tipo de papeles, tiene un brillante futuro por delante haciendo reír al público, con el que además establece rápidamente una sólida conexión, de modo que el respetable espera y celebra sus intervenciones. Íñigo Arricibita, Marc Servera y Antonio Hernández Fimia están más que correctos en sus respectivos papeles de rey, Ulises y Danteo y, si bien no destacaría nada de su actuación, eso ya es reseñable en sí, pues supone que realizan un buen trabajo de verso y que no han llamado la atención por nada negativo, cosa que no pueden decir actores con más trayectoria y tablas que ellos. Por último, Felipe Muñoz también hace gala de buenas dotes cómicas como Lidoro y su interpretación raya a gran altura.

Pasando a las actrices, el mayor papel lo tiene Ania Hernández como Deidamia, y lamento decir que su actuación me ha parecido un compendio de luces y sombras. Tiene escenas en las que está magnífica y otras en las que me ha parecido… excesiva, por decirlo suavemente. Podría haber sido un problema de dirección, aunque lo dudo, pero en algunos momentos sus caras son demasiado exageradas y su interpretación se pasa de rosca, y llama aún más la atención porque en otros momentos sí ofrece una actuación menos llamativa en el mal sentido y compone un personaje muy completo. Por su parte, Miriam Queba propone una Tetis sobria y regia en cada una de sus intervenciones y nos deleita con una magnífica voz casi de musical. Luego tenemos a Cristina García y a Nora Hernández, con varios papeles en los que realizan un muy buen trabajo, especialmente la segunda, que sigue determinada a sacarle todo el provecho posible a sus minutos en escena incluso cuando le toca estar de fondo. Por último, Cristina Marín-Miró tiene pocas oportunidades de lucimiento en sus pocas intervenciones, pero menos aún tiene María Rasco, así que poco puedo opinar de ellas.

La escenografía es una maravilla en la que se notan el tiempo y dinero invertidos para que todo luzca a la perfección, y cuenta con una cinta giratoria a modo de carrusel para hacer aparecer y desaparecer objetos y actores, en lo que ya parece ser marca del director Iñaki Rikarte como vimos en Forever y que permite la creación de escenas y estampas tan ingeniosas como plásticas. Desde la selva inicial hasta el jardín y aposentos finales, el escenario y sus elementos están muy bien aprovechados para componer una producción de campanillas a la que se suma el vestuario militar y numerosos accesorios, desde una radio de campaña hasta cascos o útiles de jardinería.

La versión de Rikarte, así como su dirección, imprimen brío a la obra, sosteniéndola sobre los dos pilares del amor y la guerra, entrelazados por el destino, y encontrando un equilibrio entre la parte más puramente de comedia de enredo y la más mitológica y elevada. Su animada visión, unida a la frescura de los jóvenes intérpretes y las ganas que le ponen, proporcionan al teatro de Calderón un vigor y un ritmo que en otras manos seguramente no tendría, evitando así el tedio soporífero que podría suponer. Además, debo subrayar la vistosidad de algunas imágenes creadas en determinados momentos, como el barco del comienzo o la ascensión final, que impresionan por su combinación de luces y composición.

Aun con todo, y no obstante las virtudes de esta versión de El monstruo de los jardines, la obra se me hizo bola en algunos momentos. Entre los parlamentos más calderonianos, la falta de verdad de algunos personajes en sus razonamientos y expresiones hiperbólicas y poco naturales y la excesiva duración que podría haberse reducido recortando la versión, no disfruté tanto como me habría gustado de lo que podría haber sido otra estupenda aportación de la JCNTC. Pero bueno, que eso es un problema mío con la mayoría de obras de Calderón de la Barca, y a buen seguro que quienes carezcan de esta tara podrán deleitarse con su visita al Teatro de la Comedia para ver a estos jóvenes actores que están en muy buenas manos para seguir formándose y desempeñando su labor.

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