Ya que se siguen conjurando los astros para poder ver algunas películas en el cine aprovechando visitas teatrales a Madrid, voy a dedicarle la correspondiente reseña a lo que pueda ir viendo, no sea que se enfade la confluencia cósmica y se me fastidie el plan, que aquí está la cosa fatal para poder ver cine en condiciones.

Hoy toca hablar de Cazafantasmas: Imperio helado, una película dirigida por Gil Kenan, con guion de él mismo y de Jason Reitman, que es la secuela de Cazafantasmas: Más allá, cuyo guion era de los mismos, pero de cuya dirección se encargaba Reitman. ¿Por qué menciono esto? Pues porque si los guionistas son los mismos, habrá que achacarle al director una mayor parte de culpa de la oportunidad perdida, supongo. Y por oportunidad me refiero al haber podido tomar la base que dejaba Más allá para crear una secuela mejor sobre la que quizás seguir con la saga. Ya sé que tampoco es necesario estirar el chicle ni agotar la fórmula ni nada de eso, y que no pasa nada por hacer una o dos películas sobre algo y dejarlo ahí, pero es que le tengo mucho cariño a la franquicia y, aunque no hayan decidido tirar por el Cazafantasmas Internacional que tanto juego podría haber dado en el cine, creo que Más allá presentaba a unos personajes con suficiente gancho como para seguir jugando con ellos.

No es que a la cinta le falte ambición, sino que precisamente le sobra, y es ahí donde radica su mayor defecto. Empecemos por la enorme cantidad de personajes, pues la película cuenta con todo el elenco nuevo que se presentó en la película anterior, la práctica totalidad del elenco clásico y, además, añade secundarios nuevos. Teniendo en cuenta que la mayoría de ellos están prácticamente al mismo nivel en cuanto a su peso en la historia, es del todo inviable que la cosa funcione como debería. Si esto hubiera sido una serie y no una película, habría resultado más sencillo ir repartiendo el foco y el tiempo de la narración de modo que las tramas pudieran ir avanzando de forma más fluida; sin embargo, al contar con «sólo» dos horas de película, es inevitable que algunas escenas casi parezcan un mero relleno de trámite para no dejar descolgados a determinados protagonistas. Haber reducido el plantel de personajes o, al menos, disminuido el peso de los clásicos, habría permitido seguir desarrollando sus personalidades e historias y hacer que las intervenciones de los veteranos resultaran más especiales. Pero bueno, os dejo con el tráiler y seguimos después del salto.


Lo que mencionaba antes del tráiler supone que, frente a las tramas algo más deslavazadas del resto de personajes, la película acabe centrándose más en el de Phoebe Spengler, interpretada por McKenna Grace, y sus conflictos adolescentes. Por un lado, esto le hace mucho bien a la cinta gracias a darle más minutos de pantalla a una actriz de tanto talento como Grace y quitárselos a un actor de mucha menos calidad como Finn Wolfhard; por otro, y dejando a un lado filias y fobias, esto supone también un desequilibrio neto muy evidente respecto a Más allá, en la que Phoebe se llevaba bastantes escenas, pero donde tanto la familia Spengler como el profesor Grooberson tenían un desarrollo adecuado. Esa película contaba el conflicto de la misma y manejaba con soltura las tramas e interrelaciones de los protagonistas y los dos secundarios principales. En Imperio helado, además del conflicto con la entidad maligna de turno, tenemos la adición de los antiguos Cazafantasmas y de nuevos aliados, que se suman a los dos secundarios que vienen de la película. Demasiado. Es muy difícil prestarles a todos la atención necesaria o adecuada, amén de tener varias acciones transcurriendo de modo paralelo que complican la narrativa.

Al final, uno tiene la impresión de que el conflicto con la entidad es casi lo de menos, y que la cinta ha ido dando vueltas en torno al problema, como una bola que va girando por la pared de un sumidero y tarda una eternidad en llegar a la meta. La presentación pone la película muy arriba, pero el nudo es excesivamente largo y podría tener algo más de acción cazafantasmas para evitar el bache de tanta explicación; por su parte, el desenlace está bien resuelto, pero incluso así podría haber sido más dinámico con una batalla algo más activa que hubiera echado mano de todos los personajes que salen, que para eso los tienes, para darles un rol más activo. En definitiva, hay muchas ideas buenas en la historia, pero no tiempo suficiente para todas. Además de la amenaza principal, tenemos toda la historia de Nadeem, el uso del cuartel clásico de los Cazafantasmas, la librería ocultista de Ray, las instalaciones de investigación de fantasmas, el problema con la red de contención, la visita a la biblioteca, las tramas familiares, el pique entre Trevor y Moquete, la relación de Phoebe y Melody, las intervenciones del ahora alcalde Peck… De nuevo, si esto fuera una serie, habría estado genial contar con tanto material, pero en un largometraje de dos horas hay mucho que queda totalmente desaprovechado o que se hace sólo por los guiños nostálgicos.

Cuidado, que a mí me han encantado todos los guiños, referencias e intervenciones de los Cazafantasmas clásicos, incluso las más desaprovechadas. Ha sido genial volverlos a ver en pantalla y reencontrarme con esos personajes después de tantos años aunque haya tenido que ser a costa de inflar la película. Su aparición estelar al final de Más allá fue un estupendo remate, y teniendo en cuenta la relación familiar de los nuevos protagonistas con su compañero fallecido, era lógico que se les diera más tiempo y protagonismo al haber trasladado la acción a Nueva York. Aun así, podría haberse mimado un poco más su participación.

Y es una pena, porque la película anterior me pareció una gran puesta al día de los Cazafantasmas que podría haber dado lugar a una secuela que aplicara el «más y mejor», pero que se ha quedado en «más y más». Pese a todo, la gran mayoría de actores hacen un papel estupendo con sus personajes, pero no he podido evitar tener la sensación de que todos acaban desaprovechados, ya sean Paul RuddCarrie Coon como los cabezas de familia no excesivamente responsables o el reparto original clavando sus personajes, pero con un material menos divertido que en las películas originales. En el apartado técnico, los efectos especiales y la producción en general lucen muy bien para una película relativamente barata, pues su presupuesto de unos 100 millones de dólares es la mitad que el de películas recientes como ArgylleWishLos asesinos de la luna o que el de películas más antiguas como Terminator SalvationThe Amazing Spider-Man 2. Así, las escenas de acción están bien resueltas, los diseños de los fantasmas son atractivos y, en general, no hay nada que me haya llamado la atención de forma negativa por no estar a la altura de lo que se espera de una película como ésta.

Mi reseña puede parecer dura, pero es más por la sensación de haber salido del cine menos contento de lo que esperaba (ay, dichosas expectativas…). Aunque me haya quejado del exceso de personajes y de que la peli no fuera tan redonda como me habría gustado, y más allá del valle narrativo de la mitad que sí que se me hizo un pelín largo, me lo pasé muy bien en el cine y disfruté como un enano con el reencuentro con estos personajes. Y sí, me refiero tanto a los nuevos como a los clásicos. Si la trama familiar y de conflicto adolescente no me resultó estomagante, eso quiere decir que tanto el guion como los actores tienen un mérito que hay que reconocerles para crear un largometraje familiar, divertido y con un equilibrio bastante acertado entre la investigación paranormal y los problemas familiares. Por lo tanto, no es en absoluto recomendable para los cada vez más extendidos cínicos y amargados que miran por encima del hombro, pero sí para quienes disfrutan de la nostalgia bien entendida y de las películas familiares de acción y aventuras.

En los últimos días he visto La madre en el Teatro Pavón, con un reparto encabezado por Aitana Sánchez-Gijón, y ¡Por fin solo!, en el Teatro de Rojas a mayor lucimiento de Carles Sans, el «guapo de Tricicle». Se trata de dos obras que, lógicamente, no podrían ser más distintas, pero de las cuáles he disfrutado y me han parecido muy recomendables. Aquí dejo las correspondientes reseñas y, como siempre, estaré encantado de que dejéis comentarios en la entrada con vuestro parecer sobre las obras o las reseñas.


La madre no es una obra fácil. Lo afirmo así, de primeras, para no ponerme a explicar mis impresiones y que parezca que luego las simplifico y reduzco a una sentencia tan simplona. Mejor lo digo antes de nada, para que quien quiera se quede tan sólo con eso y, quien no, pase a leer los motivos que tengo para decir algo así. Vaya también por delante que es la primera obra de teatro de Florian Zeller que veo, y que mi único acercamiento previo al autor es haber visto la adaptación cinematográfica de El hijo, que no es que me entusiasmara precisamente. El espectáculo estará en cartel en el Teatro Pavón hasta el 12 de mayo, así que tenéis mucho tiempo para ir a verla después de leer mi reseña, si es que no habéis ido ya.

En mi opinión, y hablando de lo que puede hacer que la obra guste o no a alguien, existe un gran punto a favor, que es el elenco, y dos grandes puntos en contra, que son la estructura y el personaje protagonista. Me atrevería a decir que el punto a favor es incontestable, porque todos los actores están muy bien y Aitana Sánchez-Gijón está mejor. Es innegable que la actriz realiza una interpretación fabulosa, máxime cuando tiene que lidiar con esos dos puntos que he mencionado y que desarrollaré más adelante, pues tiene que defender un personaje verdaderamente complicado en más de un sentido. Y lo hace con una maestría del gesto y la palabra que transita entre la contención y la más absoluta enajenación, capaz de trasmitir con apenas unos cambios en el rostro el estado mental de esa madre del título. Si el comportamiento del personaje resulta turbador y obsesivo, el aplomo y dicción impecables de la actriz lo revisten de un empaque y normalidad que contribuyen al sentimiento de extrañeza y potencian la fuerza dramática del texto.

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Ya sé que prácticamente estamos acabando marzo, pero ¿qué le voy a hacer si voy con tanto retraso? Más rabia me da a mí ir siempre tan tarde con estas entradas. Eso sí, para compensar, y aunque lógicamente no estaba planeado así, el primer libro reseñado es una de las mayores tomaduras de pelo que jamás me he echado a la cara. Pasen y vean…


Título: WWF: Titanes del ring
Autor: Ismael Rubio
Editorial: Applehead Team
Valoración: Una mierda pinchada en un palo

Si me hubiera puesto a escribir este texto cuando acabé de leer el libro, no sé qué proporción de improperios por frase habría llegado a alcanzar, pero seguramente me habría quedado corto para lo que se merece este mojón hediondo, en el que no sé si es más sinvergüenza el autor por presentar semejante putrefacción de libro o el editor por no haberle mandado a tomar vientos y publicarlo sabiendo lo que tenía entre manos.

Mira que habré leído textos en mi vida, ya sean libros, tebeos, fanzines, panfletos, blogs, reglamentos, periódicos y revistas, pero puedo afirmar sin la menor duda que ninguno me ha parecido jamás una tomadura de pelo como me lo ha parecido esta mierda absoluta escrita por alguien que, atención, es «crítico de cine y colaborador de múltiples revistas, fanzines y libros» y a quien imagino que una de tres: o no le han hecho una corrección en su vida, o es un inútil integral o es un caradura tremendo que ha entregado lo primero que ha pergeñado en dos fines de semana y a cobrar. Si les encargas a cuatro chavales de la ESO que elaboren una serie de perfiles similares a los que contiene este libro, lo mismo lo hacen incluso mejor que el iluminado este.

Para empezar, el autor establece una premisa desde el principio (el libro tratará exclusivamente la época que va de 1984 a 1992), pero luego se la salta a la torera cuando le parece bien. No hay ningún tipo de estructura clara a la hora de exponer los datos de cada luchador, de manera que, según le parezca a él, añade más o menos cosas posteriores a 1992, salta en el tiempo y lo mismo comprime que expande . Eso sí, todo con un rigor exquisito y fruto de una exhaustiva documentación que se divide en: 90% Wikipedia 7% webs temáticas y 3% NS/NC. Ah, bueno, y luego está lo que se inventa según le sale del mondongo, llegando incluso a contradecirse a sí mismo. Así que, entre todo eso y las generalidades vagas y «cuñadísticas», sale una maravilla de escritor, vamos. Leer el resto de esta entrada »

El fin de semana pasado tuve la suerte de poder ir al cine mañana y tarde para ver Robot DreamsEl clan de hierro, dos películas a las que tenía muchas ganas y a las que me apetece dedicar más texto del que suelo usar en el formato de píldoras y repaso mensual. Así que por una vez, o puede que por primera vez de muchas, aparco dicho formato y os dejo un par de reseñas extensas.


Título: Robot Dreams
Dirección: Pablo Berger
Duración: 102 min
Calificación: ****1/2

Como no he leído la historieta homónima de Sara Varon que adapta esta película, no puedo valorar la fidelidad de la cinta o lo que se pierde o gana por el camino, pero eso no me impedirá decir que el material de partida debe de ser muy bueno para haber sacado esta joyita de la animación a partir de él. En Robot Dreams no suena ninguna palabra, tan sólo ruidos y música, pero no hay un solo segundo de metraje en el que puedas echar en falta el lenguaje hablado. Sentado en la butaca del cine, la película me atrapó desde el primer momento, pero hasta que no acabó, no fui consciente de todo lo que estaba viendo. De hecho, sentado ahora delante del ordenador, trato de ordenar mis ideas para ver qué quiero contar sobre ella y me cuesta mucho, porque se me agolpan las cosas que me gustaría señalar.

El argumento en sí es muy sencillo: en la Nueva York de un mundo poblado por animales, un perro busca acabar con la triste soledad en la que vive comprando y montando un robot que le haga compañía. Y luego pasan cosas, claro, porque algún conflicto tiene que haber en la historia, pero no seré yo quien cuente nada más sobre el argumento, que bastante destripan ya algunos resúmenes. Os dejo el mejor tráiler que he encontrado (por sintético y desprovisto de elementos más allá de lo que os he dicho) y retomamos la reseña después del salto.


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Cada vez estoy más convencido de que el mayor error que puede cometer alguien al encarar una obra de Juan Mayorga es pasarse la representación tratando de seguir y entender el argumento de la misma. Por eso es habitual oír comentarios de lo más variado que podrían resumirse en una sentencia que tanto cuenta por lo que no dice: «es muy denso». Y no nos engañemos, porque lo de seguir el argumento es una pulsión perfectamente normal; al fin y al cabo, el consumo que realizamos mayoritariamente es el de obras, series, películas o lecturas en las que lo principal suelen ser la historia, sus personajes y las acciones de éstos. Sin embargo, en gran parte de las obras de Mayorga, lo importante no es lo que pasa, sino lo que deja.

Su nueva propuesta, La colección, que se representa en el Teatro de La Abadía hasta el 21 de abril y que ya ha agotado entradas para todas las funciones, tiene un argumento, claro que sí: una pareja de ancianos sin hijos busca un heredero para la fabulosa colección que han ido reuniendo a lo largo de toda su vida, motivo por el cual hacen venir a Susana, también coleccionista, a fin de comprobar su idoneidad para quedarse con la colección. Durante los 110 minutos que dura la obra, la aspirante Susana, interpretada por Zaira Montes, interactúa y conversa con los dueños de la colección, Héctor y Berna, encarnados por José SacristánAna Marzoa, y con Carlos, un misterioso personaje cuyo rol no parece claro y al que da vida Ignacio Jiménez. Sus conversaciones serán parte de un examen para determinar la idoneidad de la aspirante a heredar la colección, ese fabuloso conjunto de cosas o piezas en torno al cual giran los temas del texto. Como de costumbre, os dejo el tráiler de la obra y seguimos después del salto.


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Vamos con las lecturas comiqueras de febrero en forma de tomos y manga. Ha sido un mes de muchos tiros, humor y fútbol, que no se diga que no leo variadito…


Título: Bloodshot Deluxe Edition, Book 1
Guionista: Duane Swierczynski Dibujante: VV. AA.
Editorial: Valiant Precio: Descatalogado
Valoración: A tiro limpio

Segundo recopilatorio de Valiant y segunda lectura estupenda. El mes anterior leí el tomo de Harbinger y hablé de él, y la verdad es que buena parte de lo que dije para esa serie se puede aplicar a ésta, aunque cambian algunos matices. Por ejemplo, me quejé del dibujo tan inconsistente de Harbinger y la cantidad de artistas que pasan por sus primeros números, y eso en Bloodshot ocurre muchísimo menos, por lo que el apartado gráfico es más estable y eso le da una identidad propia más sólida. En cambio, con el guion pasa al revés; el de Bloodshot está a muy buen nivel, pero no es tan potente como lo era el de Harbinger.

En esta serie, el protagonista titular es un supersoldado potenciado por nanitas que le confieren todo tipo de habilidades sobrehumanas y hacen que sea prácticamente indestructible, un proyecto milmillonario diseñado para ser en esencia un ejército de un solo hombre. Para asegurar el control sobre este peligroso individuo, su mente se ha llenado de recuerdos falsos de numerosas vidas pasadas; de este modo, quienes manejan sus hilos no tienen más que resetearlo literalmente para cargar la combinación de recuerdos más idónea a la hora de hacer que acepte la misión de turno y la emprenda con la mayor implicación posible. Esta premisa, que en cierto modo pica aquí y allá de elementos que hemos visto en otras series y personajes, está bien ejecutada durante los primeros números de la serie, en los que casi vamos descubriendo a la vez que Bloodshot los tejemanejes que se realizan en torno a él a medida que se va liberando hasta largarse por su cuenta.
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Por algún motivo, siempre digo que no soy demasiado entusiasta de los monólogos en teatro, ya sean los de humor (bueno, de «humor»), los soliloquios dentro de obras o los de obras como este Ramón María del Valle-Inclán que vimos ayer como parte del ciclo de teatro contemporáneo del Teatro de Rojas. Y, por algún motivo también, siempre acabo contradiciéndome cuando salgo de ver prácticamente cualquier cosa de Rafael Álvarez «el Brujo», después de haber visto el Lazarillo o el Cid de Antonio Campos o, cómo no, tras ver los Delibes que durante tanto tiempo han ofrecido José SacristánLola Herrera. Tras el Valle-Inclán de ayer, y viniendo además de su excelente Torquemada, parece que tendré que sumar también a Pedro Casablanc a esa lista de maestros del monólogo.

El espectáculo que nos ocupa, con dramaturgia y dirección de Xavier Albertí a partir de la obra homónima de Ramón Gómez de la Serna, es algo tan sencillo como contar la vida de Valle-Inclán, una biografía sin más ni más, vaya. Sin embargo, no es una biografía al uso, pues no pretende limitarse a desgranar una serie de datos y fechas primorosamente ordenados sobre la trayectoria vital del biografiado. A la hora de elaborar una biografía a su estilo, Gómez de la Serna trataba de interpretar al sujeto apropiándose en cierto modo de él, mirándose en el espejo de su vida para reflexionar sobre la suya, de modo que, como biógrafo, no permanece a la sombra del sujeto biografiado. El resultado me ha parecido muy bueno, y más aún por la forma en como se ha trasladado al teatro, pero antes de entrar en materia, y como viene siendo habitual, dejo el tráiler del espectáculo y seguimos después del salto.

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Mel Brooks no ha tenido nunca el menor reparo en echarse flores sobre su inmenso talento, exagerar o promocionarse a sí mismo o su trabajo (cosa perfectamente comprensible por otro lado), pero cuando le propusieron poner en marcha y componer él mismo una versión musical para Broadway de su película Los productores (The producers, 1967), con la que debutó como director y por la que ganó un Óscar al mejor guion original, no sé hasta qué punto pensaría que iba a batir el récord de premios Tony (12 premios en 2001) que ostentaba Hello, Dolly! desde 1964 y el récord de taquilla en un solo día (más de 3 millones y medio de dólares). Eso sí, después de haber podido ver la nueva versión española, que empezó su andadura en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid el 5 de marzo tras su exitoso paso por Barcelona, entiendo perfectamente todos los logros del original.

Ya hubo en Madrid, entre 2006 y 2007, una adaptación con Santiago Segura y José Mota en los papeles protagonistas, secundados por otros nombres conocidos, como Miguel del Arco, Ángel Ruiz o Fernando Albizu, y con un equipo creativo internacional encabezado por el director B.T. McNicholl. Solamente estuvo en cartel una única temporada, imagino que por una mezcla de motivos económicos y disponibilidad de la pareja protagonista, y no tuve ocasión de verlo, por lo que no podré establecer comparaciones con la versión de 2024 más allá de algunos vídeos que he podido encontrar en internet. Y da un poco igual, la verdad, porque este The Producers no cuenta con nombres de relumbrón (al menos para el gran público), más allá del televisivo Àngel Llàcer, quien, además de interpretar a Roger de Bacle, codirige la obra, y de Manu Guix, que realiza la adaptación musical, y lo que importa realmente por encima de los nombres de la cartelera es lo que pone sobre las tablas la obra y el disfrute del espectador que asiste a ella.

La historia de estos dos productores que buscan montar el mayor fracaso de Broadway jamás conocido como método para enriquecerse es un ejemplo perfecto del humor del que ha hecho gala Mel Brooks a lo largo de su trayectoria: parodia, farsa y sátira irreverentes hasta el mayor extremo posible sin llegar al punto de ruptura. Por eso no deja de ser arriesgado poner en escena este musical en estos tiempos de hipercorrección política donde hay tantas personas predispuestas a ofenderse sin atender a contexto ni intención, pero al igual que con The Book of Mormon, no puedo sino aplaudir que se haga, máxime cuando el resultado es tan brillante como lo que he podido ver. Como de costumbre, dejo un avance en vídeo y sigo con la reseña después del salto.

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Las noches de estreno siempre tienen una energía especial. Antes de la representación, el espectador habitual de un teatro podrá reconocer a miembros de la compañía y de la productora, así como a amigos y familiares de éstos o de los artistas, yendo de un sitio a otro, formando corrillos y siempre muy sonrientes. También es posible que incluso vea a algunas de esas autoridades que nunca vienen al teatro, pero que ese día aceptan gustosos una invitación, aunque esto ya depende también de quién vaya a subirse sobre el escenario, claro, tampoco van a venir al teatro así porque sí si no hay famosos, faltaría más. Por otra parte, y una vez pasados los nervios que no vemos desde el patio de butacas, los actores se ponen frente al público para que éste, siempre soberano, o eso dicen, juzgue si todos los meses que han dedicado a levantar la obra han merecido la pena o si acabarán pasando sin pena ni gloria.

Anoche, 1 de marzo, tuvimos uno de esos estrenos en el Teatro de Rojas. Asistíamos a la primera representación «oficial» de Goteras, una obra dirigida por Borja Rodríguez, escrita por Marc G. de la Varga e interpretada por Fernando Albizu, Gonzalo Ramos y Gloria Albalate. Al entrar, vemos sobre el escenario, sin telón, el salón de una casa. Un par de ventanas y puertas, un sofá, un par de mesitas y un póster de Regreso al futuro que parece ser el único elemento personal y decorativo presente en escena. Tras una pared, translúcida, se adivinan unas escaleras que suben; tras la otra, una puerta cerrada que parece llevar a otra estancia del piso. El protagonista, Toni, sale a escena y se pone a hacer algunas cosas mientras el público termina de tomar asiento y callarse. Suena el timbre del teatro, seguido del consabido mensaje al que tan poco caso se le hace respecto a móviles y demás, y se atenúan las luces. Comienza la representación.

Toni es guionista. Tal vez preferiría poder llamarse dramaturgo, pero en lo que le estrenan en el Lara y tiene éxito para aspirar a otros teatros (¿quién sabe si el Español algún día?), escribe series o lo que le salga. Tiene 35 años, ha cortado recientemente con su pareja y está en un momento de su vida en el que no sabe si viene o va; ya no es un veinteañero, e incluso la década de los 30 empieza a acercarse cada vez más al temido 4. Un día como otro cualquiera, mientras se encuentra en su salón, le caen unas molestas gotas desde el techo y descubre que acaba de formarse una señora gotera. ¿No estaba vacío el piso de arriba? ¿Cuándo ha llegado un nuevo vecino? Tras subir a ver qué pasa, conoce al responsable de las goteras, un señor de 68 años con problemas de cañerías y con quien conversa largo y tendido mientras recogen el agua. Y hasta aquí puedo contar. Si el lector de esta reseña ha leído también el argumento oficial de la obra, sabrá que hay algo más, y muy importante. Pero líbreme el teclado de destripar a nadie un elemento que se disfrutaría mucho más sin conocerlo de antemano, por mucho que lo haga la propia compañía. Os dejo con el avance en vídeo que han sacado, y podéis seguir leyendo después del salto.

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Ya sé que no ha acabado el mes y que mañana todavía podría ver alguna película, pero como tenía la entrada prácticamente terminada, me vais a perdonar el adelanto en su publicación. Todas las películas que he visto este mes han sido en plataformas, porque entre unas cosas y otras, no he tenido mucha oportunidad (ni motivos) para ir a una sala de cine; la cosa seguramente cambie en marzo, porque hay dos estrenos que me gustaría ver en pantalla grande sí o sí, y la cosa será que se dé la confluencia de tener la posibilidad de ir al cine y que dicha posibilidad coincida con el tipo de proyección de la que quiero disfrutar si voy a pagar entrada, así que ya leeréis aquí si ha podido ser o no.


Título: Bullet Train
Dirección: David Leitch
Duración: 126 min
Calificación: ***

Antes de empezar: sí, me leí el libro el verano pasado. De hecho, me compré el libro al oír hablar de la película porque el argumento me pareció muy interesante y no sabía si acabaría viéndola o no, cosa que al final ha sido que sí gracias a la magia de las plataformas digitales. En esta reseña no voy a comparar ambas versiones de forma exhaustiva, principalmente porque comentar algunos de los cambios supondría entrar en entresijos de la trama, y ya sabéis que no me gusta destripar nada si puedo evitarlo, pero sí que haré pequeños apuntes cuando haya alguna diferencia pertinente entre el libro y la peli.

Como dice su título, la historia tiene lugar a bordo de un tren bala ficticio, trasunto del Shinkansen japonés, en el que confluyen un puñado de asesinos a sueldo, a cuál más peculiar, cuyas misiones se entrecruzan y solapan. Este elenco de criminales supone el mayor punto fuerte de la película, pues cada uno de ellos cuenta con una marcada personalidad, nombre clave y características, de modo que resulta sencillo empatizar con la mayoría de ellos y ver complicado el reparto de roles de «buenos» y «malos». Si bien la película nos ofrece algunas secuencias retrospectivas para darnos más información sobre los asesinos, en algunos casos sí que he echado en falta algo más del trasfondo que ofrece el libro. En cualquier caso, creo que la cinta realiza un estupendo trabajo a la hora de permitir que cada uno de ellos deje su huella, incluso en el caso de los que duran poco en pantalla. Puesto que el principal activo de la historia son sus personajes y sus interrelaciones, incluso por encima de la acción, creo que el director ha acertado en su forma de encarar todo ese aspecto de la película, y cuenta con unas interpretaciones carismáticas y solventes de la mayor parte de los actores, que saben darle el punto exagerado cuando conviene y seguir resultando igualmente creíbles.
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